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        | L | o primero 
        que llama la atención de Quinto son sus sinuosas calles, de origen 
        morisco, que serpentean para desembocar siempre en el lugar más 
        inesperado. Adornan el camino unos 
        arcos, sencillos y hermosos, 
        que dignifican el paso del caminante. |  Tal vez no son tan 
    espectaculares como los de otras localidades, pero los arcos de Quinto 
    tienen un sabor humilde y austero, propio de las gentes de la zona, 
    acostumbradas a luchar contra la inclemente naturaleza y su poca 
    dadivosidad.  
      
        | 
        Pero la joya más preciada del 
    municipio, que seguro valorará el viajero con la misma intensidad que los 
    propios quintanos, es el conocido como "Piquete".  
        
         | Se trata de un templo 
    mudéjar situado en lo alto de la localidad, cuya silueta conforma su paisaje 
    más característico. La iglesia de la Asunción (ese fue su verdadero nombre) 
    sufrió graves destrozos durante la Guerra Civil, pero hoy todavía conserva 
    una abigarrada decoración mudéjar, formada por amplios paños de "sebka", en 
    la antigua torre de planta cuadrada. |  
    Quinto recibe al visitante con el rumor de los viejos muros, que entrañan 
    miles de historias que se intuyen claramente y demuestran la riqueza de su 
    patrimonio a pesar del abandono y de la dejadez de aquellos que han 
    permitido y consentido la perdida irreversible de los Baños de Quinto que 
    fueron referente internacional en el siglo XIX, el total abandono del 
    palacio renacentista conocido como "la casa del cura" o las continuas 
    agresiones de las que han sido y son objeto el "Piquete" (hoy restaurado en 
    su exterior) y los Arcos de Quinto.
 Pasear por sus aceras es acercarse un poco más, de manera más fértil, a los 
    orígenes que Quinto comparte con otras muchas localidades, entre ellas 
    Salduie, que tras otros nombres es hoy Zaragoza.
 
    
    El Piquete o Iglesia de la 
    Asunción
 La joya más preciada del municipio es el "Piquete"' un templo mudéjar 
    situado en lo alto de la localidad, cuya silueta con forma su paisaje más 
    característico.
 En lo alto de 
      "La Corona", el montículo que domina Quinto, la figura del "Piquete" sigue 
      todavía cortando el horizonte. Orgullo de su pueblo, el templo conserva 
      gran parte de los elementos que lo definen, si bien el pórtico y la 
      sacristía se han perdido y el atrio es irreconocible.   
      Se trata de un 
      hermoso edificio mudéjar, con posteriores ampliaciones de época barroca, 
      que demuestra la importancia que ha tenido el municipio a lo largo de su 
      historia.
 Su origen es incierto, pero el templo debió erigirse en los primeros años 
      del siglo XV, debido a sus características artísticas, a partir de una 
      fortaleza. Su organización está concebida alrededor de un espacio único, 
      limitado por muros que se rompen con la apertura de capillas 
      y ventanales. Cubre el edificio una bóveda de crucería, decorada con unas 
      pequeñas columnas en el ábside.
 
 Su forma actual dista bastante del primer templo mudéjar, pues tuvo una 
      segunda fase de construcción a mediados del siglo XVI, en la que se añadió 
      una galería superior que circundara el templo. Además, un mandato pastoral 
      del 3 de enero de 1595 ordenó una nueva modificación, debido a que la 
      iglesia de la Asunción se quedaba pequeña para el municipio. Esta 
      ampliación no se inició hasta 1686 y consistió en dotar ala nave de dos 
      tramos más.
 
 Pero lo que realmente hizo que el templo cambiara drásticamente, fue, como 
      en otros muchos edificios de España, la Guerra Civil. Quinto estuvo 
      situado en la primera línea del frente, y el "Piquete" pagó sus 
      consecuencias. La artillería provocó desperfectos en todos los elementos 
      del edificio, especialmente en la cara Oeste de la torre, la cual se 
      terminó de destrozar con un rayo que la alcanzó ya en la posguerra.
 
 Tras el conflicto bélico, se decidió en un principio no reconstruir la 
      iglesia y levantar una nueva, pero la falta de fondos no lo hizo posible, 
      por lo que se realizaron arreglos de urgencia, basados en hacer habitable 
      el templo.
 
 Hoy, el "Piquete" es el testigo mudo de la historia de Quinto, y sus muros 
      reflejan las adversidades por las que la localidad ha pasado. También 
      demuestran su belleza en la rica mezcla de las 
      artes que hacen de la antigua iglesia de la Asunción un lugar digno para 
      la visita.
 
 
    Los Arcos de Quinto Tiene 
      Quinto, aparte del excepcional Piquete, un humilde y tradicional 
      patrimonio que son sus Arcos. Me da la impresión que no se valora 
      suficiente lo que es seña de identidad de la población.  Quizá no 
      hemos entendido la grandeza de lo pequeño, la importancia de lo que 
      permanece, o el gusto por lo antiguo, que no es lo mismo que lo viejo. Los Arcos de Quinto son tres: San 
      Roque, San Antón y San Miguel. Son construcciones elevadas sobre las 
      calles, a modo de capillas. Son testimonio de devociones populares, y de 
      construcción humilde y poco pretenciosa. Se mantienen gracias a gente 
      buena del entorno como Juan Carlos o su madre Margarita en San 
      Miguel que los cuidan y mantienen de forma desinteresada. 
      Pero peligra su futuro porque no 
      se valora su singularidad. Así para ensanchar el paso de la calle se van 
      comiendo aristas y pilares por abajo, y para ganar espacio se van 
      construyendo aleros y balcones por arriba. Los edificios colindantes se 
      meten en los arcos y les quitan perspectiva y belleza y nadie dice nada. 
      Las palomillas y los cables eléctricos crucifican sus muros y nadie dice 
      nada. Es preciso querer, amar los Arcos, como garantía para defenderlos 
      y pedirle a nuestros 
      responsables en el Ayuntamiento que impidan 
      su deterioro. 
      
        |  | El arco de San Roque se sitúa en la calle de su mismo nombre, en la 
        salida hacia el Bajo Aragón. Está construido en ladrillo y alabastro, 
        tan común en esta tierra, y lo cierran unas puertas chapeadas. Además, 
        la construcción luce un gran reloj de sol en el que se puede leer una 
        inscripción latina. El arco, de medio punto, tiene por encima un balcón, 
        con una capilla que mira hacia la localidad.
 
 Al final de la calle Mayor se puede contemplar el arco de San Miguel. A 
        simple vista parece el más pobre, pero su sencillez armoniza 
        perfectamente con la vía que lo cruza. La subida ala capilla, que mira 
        al "Piquete", la tiene por un lateral. No hay campana como en los otros 
        dos, pero si un reloj de sol que embellece la fachada, cuya cal provoca 
        un blanco fulgor en los días luminosos. El interior del arco conserva 
        dos imágenes de San Miguel, una de Santa Lucía y un cuadro de la Virgen 
        del Pilar.
 
        El último, el arco de San Antón, se sitúa entre los dos anteriores. 
        Posee tres pisos y está rematado por una cruz de hierro. Se distinguen, 
        entre las fachadas encaladas y lucientes, las tejas árabes que cubren 
        una a una las tres plantas. Cada cual a su modo, los arcos dotan a 
        Quinto de un carácter peculiar, y el viajero se sorprende al 
        encontrarlos a su paso. |  
    Baños de Quinto 
      
        | U | na de las 
        joyas que tuvo la villas de Quinto fueron sus baños renombrados en toda 
        España por sus propiedades curativas y de los cuales queda un magnifico 
        trabajo editado en 1854 por su principal mentor
        D. Carlos de Viñolas. Baños 
        que tuvieron la distinción de ser considerados uno de los 14 más 
        importantes de España en el siglo XIX. |  En los años 70 se produjo la 
    demolición del Hospital (los lugareños lo conocíamos como "el Casilicio"), 
    sus Jardines y sus instalaciones para construir una urbanización hoy 
    conocida como "el Baño". Quedó una cueva que seguía recogiendo el agua del manantial en 
    la parte superior de este barrio (subiendo las escaleras a la izquierda) la 
    cual fue demolida el año 2002 por orden municipal. Perdidas irremediables 
    propiciadas por personas desconocedoras de la importancia de estos Baños y  
    como siempre ante la indiferencia de 
    todos los vecinos.
 Sin embargo el agua seguirá manando 
    para recordarnos, con su tozudo fluir, que todavía hay una oportunidad para hacer justicia y recuperar 
    la memoria y la grandeza de estos Baños que unos pocos se han empeñado en 
    borrar.
 
    Pascual Madoz en el 
    Tomo XIII de su 
    Diccionario 
    Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar 
    los describía así:  "Consisten en dos fuentes de agua salinas, 
    cuya celebridad nunca desmentida ha llegado en tiempos a ser hasta 
    supersticiosa: sus aguas manan filtrándose por unas vetas arcillosas de 
    color ceniciento y carmesí contenidas entre extensas capas de piedra caliza 
    la primera fuente dista unos trescientos pasos del pueblo saliendo por el 
    portal de San Miguel, y sobre doscientos veinte la segunda de la primera; 
    suele designarse la más cercana por Baño Bajo y la otra Baño Alto.Ambos manantiales se hayan en la caída de dos barrancos que abriéndose en la 
    inmediata llanura del monte, terminan al pie de la carretera real: cada uno 
    de ellos con sus respectivos encañados y receptáculos abovedados, tienen su 
    edificio que lo encierra todo.
 
 El de la fuente segunda o Baño Alto fue reedificado de planta en 1840 consta 
    de 57 ½ pies de longitud y 42 de lateral, con la elevación correspondiente, 
    el del Baño Bajo o primera fuente tiene 70 pies de longitud y 42 de lateral 
    y de buena perspectiva: fue reedificado también de planta, en 1843.
 
 Este establecimiento de Baños de Quinto es una de las primitivas 32 plazas 
    de Baños y Aguas Minerales que se crearon por real decreto de 29 de Junio de 
    1816, habiendo sido su primer médico director D. Manuel Arrand; pero fue 
    suprimida en 1828 en vista del ruinoso estado de las dos casillas que 
    entonces había y por la escasez de sus aguas por haberse obstruido los 
    encañados las repetidas reclamaciones de los Ayuntamientos del pueblo 
    eficazmente apoyadas por los Señores Jefes Políticos y Diputaciones 
    Provinciales, no menos necesidad de médicos directores para las plazas más 
    concurridas del reino, motivamente comprendida entre las 42 de planta que 
    ahora existe en virtud de otra real orden de 31 de Mayo de 1846, siendo su 
    actual médico director en Propiedad D. Carlos Viñolas a cuyo celo e 
    incesantes desvelos se debe las grandes mejoras que desde el año 1839 se han 
    hecho en el establecimiento.
 
 
    
    La historia de Quinto 
    Quinto tiene origen romano, aunque es posible que existiera algún 
    asentamiento anterior, pudiendo proceder de algún antiguo establecimiento de 
    esa época, o bien de la quinta parte de una división agrícola o del quinto 
    miliario.   Esto último es la distancia que correspondería desde la colonia 
    romana de Celsa, (Velilla de Ebro), hasta nuestro pueblo,  es decir  5 
    millas. Villa 
    desde 1785, después de haber sido sobrecullida vereda y recogimiento de 
    Zaragoza. Formó su propio ayuntamiento en 1834, junto con los despoblados de 
    Matamala y los de  Cerdán, La Torre y Quintillo. Fue 
    cabeza de baronía formada por Quinto, Gelsa, Velilla, Matamala y Alforque, 
    de ahí los cinco roeles de gules, uno por cada localidad que sobre campo de 
    plata componene el escudo y armas heráldicas de  Quinto. 
    Jerónimo Zurita sitúa en 1118 la reconquista de Quinto, Gelsa y Velilla por 
    Alfonso I, el Batallador. En 
    1223 el lugar era de Atorella, que legó a su hija Elfa en éste mismo año y 
    el 19  de Octubre de 1283 pasó a Guillen de Alcalá. Volvió a la familia 
    Atorella posteriormente y en 1334 se hallaba en manos de Urraca Sánchez. 
    Pasó después a Lope de Luna que en su testamento, en 1360, lo legó. El 2 de 
    Abril de 1383, Pedro IV de Aragón concedió franquicias a sus habitantes. 
    Quinto, por entonces, era del infante don Martín. En 
    1415 pertenecía al señorío de María de Luna. Con fecha 1 de Febrero de 1430, 
    Alfonso V de Aragón, ordenó que se ocupase Quinto, que había pertenecido a 
    Federico de Luna ( don Fadrique), y éste mismo monarca vendió el lugar a 
    Juan e Funes el día 21 de Marzo de 1431.  Un año más tarde, el 8 de Mayo de 
    1432, concedió franquicias a los habitantes mientras fue posesión de Juan de 
    Villalpando, señor de la Baronía de Quinto. 
    Importante fue para Quinto el señorío de los  Torrellas vinculado con los 
    Condes de Luna.  Cuando Alfonso V de Aragón incorporó el lugar a la Corona, 
    lo vendió a su vicecanciller Juan de Funes por 17000 florines de oro, con 
    reversión a la corona.  Esta familia mantuvo el señorío durante más de un 
    siglo, hasta 1684 en el que al morir sin hijos varones, lo lo heredó un 
    descendiente de ellos, el  III Barón de Osera pasando luego a los Atares que 
    lo mantuvieron hasta 1812, año en que fueron suprimidos los señoríos. 
    Quinto ganó el título de “Lealísima Villa” en 1705 a consecuencia de haberse 
    pronunciado por don Felipe de Borbón contra don Carlos, archiduque de 
    Austria, en la guerra de sucesión, pese a que la mayoría de los aragoneses 
    se pronunciaron a favor del archiduque. Hace unas décadas, en la fachada de 
    la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción aún se conservaba el 
    recuerdo de la visita efectuada a la villa por Felipe V.  Era una lápida que 
    decía: “ El día quinto, del mes quinto , del año quinto entró en Quinto, 
    Felipe V.”. 
    Durante la guerra carlista se produjeron en la villa episodios de escasa 
    importancia.En 
    1835, 250 jinetes y 800 infantes de las fuerzas del pretendiente tomaron 
    Quinto al mando del jefe de la Caballería Carlista don Juan de Añón.  
      
        | El vecindario salió bien librado pues los 
        vencedores se limitaron a saquear las casas de los liberales más 
        destacados y a exigir una contribución de 6000 reales de vellón. 
        Quedan en los montes de Quinto restos de fortines 
        carlistas alguno de ellos muy bien conservado, gracias a su uso como 
        caseta de cazadores, con su foso su torreta y sus defensas. Quizás el 
        mejor conservado es el situado en una zona conocida como "el fortín" al 
        cual se llega tomando un camino que sale de la carretera a la izquierda 
        si vamos hacia Alcañiz, casi enfrente de la balsa de regadíos.
 |  |  En la 
        Guerra Civil de 1936 hubo una particular incidencia en toda la zona, 
        siendo frente de guerra desde los  Monegros a Belchite; hasta hace pocos 
        años el estado de la antigua iglesia mudejar nos hablaba de la terrible 
    batalla entablada. Fue primero nacional, luego republicana durante siete 
    meses y de nuevo de los nacionales.  
      
        |  | Terminó la guerra y comenzó la postguerra, que si dura fue para todos más lo fue para Quinto ya que 
        había sido campo de batalla. Los vecinos tenían que continuar su vida, 
        encontrándose en algunos casos sin vivienda, los campos yermos y 
        encharcados, casi sin medios económicos , ya que la guerra había hecho 
        perder casi todo, pero la pérdida más terrible e irreparable eran los 
        158 muertos, dando un total de 70 huerfanos y un recuerdo imborrable a 
        los supervivientes. |  La 
    reconstrucción de Quinto, después de la guerra civil, corrió a cargo de 
    Regiones Devastadas. Un decreto de 7 de Octubre de 1939 dispuso la adopción 
    de la villa por el Jefe del Estado. Fueron objeto de restauración algunos 
    monumentos típicos, tales como los arcos de San Miguel, San Antón y San 
    Roque. Se concluyó el proyecto de abastecimiento de aguas, ejecutado en 
    parte entre 1934 y 1936.  A pesar de éstas ayudas hubo de pagarse la 
    contribución de los tres años de lucha como si las tierras de labranza 
    hubieran producido sus frutos normalmente. La 
    agricultura forma parte muy importante en la historia y forma parte de la 
    vida del pueblo, estando actualmente en una posición bastante privilegiada 
    respecto a las décadas posteriores, hecho posible por medio de sucesivos 
    pasos y con gran esfuerzo económico y de trabajo. Fallidos los intentos del 
    proyecto del Canal Imperial de llevar al agua hasta Quinto en el Siglo XVII 
    y el proyecto de la margen derecha del Ebro, uno de los grandes logros fue 
    la construcción de la presa de Pina en el año 1931, asegurando el agua para 
    todo el año y los trabajos que esto conllevaba. En 
    los años 50 se roturaron nuevas tierras, tanto de huerta, (mejanas), como en 
    el monte.  En los años 60 comenzaron los proyectos de Concentración 
    Parcelaria, finalizada ésta totalmente en el año 1979. También se arreglaron 
    los caminos vecinales, se hicieron todos los riegos y acequias de cemento, 
    siempre con la ayuda del   I.R.Y.D.A. , así como los trabajos de elevación 
    de las aguas del Ebro para regar el monte, comenzándose a regar 2500 Ha. más 
    como segunda fase de regadío de monte. Actualmente existen 4109 Ha. de 
    regadío contrastando con las 1042 Ha. que había regadas en 1960. 
 
    Paseos en Quinto 
    Recojo algunas de los paseos 
    recomendados por D: Carlos Viñolas en 1854 que siguen siendo de interés por 
    los apuntes históricos que recogen:
 En días apacibles todas las inmediaciones del establecimiento son las más 
    adecuadas para poder pasear y dilatar su ánimo los bañistas.
 
    Parece que la 
    misma Providencia quiso secundar la acción de tan saludables aguas haciendo 
    insensibles los largos paseos que el uso de las mismas requiere, bien sea 
    internándose por la despejada planicie del monte, aspirando su oxigenado y 
    aromatizado ambiente; bien espaciando la vista por la risueña campiña del 
    lado opuesto. 
     La perspectiva, sobre todo, desde el extremo del Salón antiguo 
    y montecito adjunto, es de lo más pintoresco. Colocado el espectador en su 
    extremo izquierdo, mira a sus pies el camino real y la entrada de la villa, 
    mientras que levantando la vista se extiende súbitamente por un diámetro de 
    más de seis leguas de longitud, coronado en toda su circunferencia de 
    apiñadas hileras de diversos montes, formando su línea concéntrica la 
    hermosa vega del canal del Ebro. Hacia la derecha, al lado opuesto del 
    barranco, se presenta el edificio de la primera fuente, llamada Baño bajo, y 
    más allá la ermita de una Dolorosa. A su izquierda descuella por la cumbre 
    de un cerro la Iglesia parroquial, cual si estuviese pendiente sobre el 
    pueblo que la circunda. Distínguense más lejos las mansas aguas del 
    caudaloso Ebro en forma de laguna, cruzando por ella la barca del paso, y 
    más abajo la venta de Atarés, situada, al parecer, en la falda de unos 
    sombríos cabezos que encubren el curso del río.
 Siguiendo la misma línea de la izquierda, entre el arbolado de sus fértiles 
    campiñas, se descubre primero la antigua Velilla, célebre por su fatídica 
    campana (3), y a corta distancia la agricultora Gelsa, populosas ciudades 
    ambas en tiempo de los romanos.
 
 No es menos risueño el cuadro que más hacia acá ofrece el umbroso soto de 
    Belloque, fecundísimo en conejos, que desviando primero la corriente del 
    Ebro hasta estrellar sus aguas contra el robusto malecón de Quinto, vuelve 
    luego a ser abarcado por las mismas, formando una extensa y mansa superficie 
    contenida a su derecha por otro espeso soto de corpulentos chopos, que un 
    ramal del mismo Ebro ha reducido a isla.
 Corriendo al fin la vista hasta el Norte, se divisa entre nieblas a la villa 
    de Pina, antes Piña, cabeza de partido; más arriba a Aguilar, después Osera; 
    más allá a Villafranca, Nuez y Alfajarín en la misma carretera de Cataluña.
 
 Descendiendo a la huerta y tomando el camino llamado de los Quiñones, entre 
    el indicado brazo del río y la verdosa partida de Quintillo, se llega a la 
    rivera frente al azud de Gelsa. Esta presa, primera del Ebro, conocida por 
    el puerto de Quinto, es por su tortuosa embocadura, uno de los pasos más 
    peligrosos y temidos de los barqueros por las frecuentes averías que al 
    saltarlo suelen sufrir sus laúdes, en que se transporta trigo del feraz 
    Aragón a la industriosa Cataluña (4).
 
 Bajando por la misma orilla, otros nuevos islotes formados por ramales en 
    que se parte el Ebro entretienen la vista, mientras que los campos que se 
    hallan contiguos anuncian con sus grietas y desprendidas simas cuan en breve 
    se verán arrastrados por la misma corriente que insaciable los mina.
 
 Por último, más lejos, a la par de un sólido y vistoso molino harinero 
    construido entre aguas, se ostentan juntas tres gigantescas norias que 
    vertiendo las aguas a una altura extraordinaria, fertilizan uno de los 
    términos más feraces de Gelsa.
 
 Despoblado de Matamala. Entre las antigüedades del pueblo, cabe hacer mérito 
    de una ermita dedicada a la Virgen de Matamala. Se halla a media legua de 
    distancia bajando hacia Alcañiz, entre la carretera nueva y el río. Fue en 
    su tiempo mezquita, y después iglesia parroquial de Quinto, conservándose 
    todavía la pila bautismal. Es por consiguiente antiquísima, y en uno de sus 
    arcos se lee, restaurada, la cifra de Cristo, o Lábaro de Constantino.
 
 En la cresta del inmediato cabezo persisten trozos de un torreón o castillo 
    árabe que allí hubiera: viéndose también en la parte meridional de otro 
    inmediato cerro, la boca de una mina, que probablemente tendría comunicación 
    con el mismo castillo, pero que en la actualidad se halla interceptada.
 
 Al abrirse el camino nuevo en 1847, se encontraron por sus inmediaciones 
    diferentes enseres entre ruinas de edificios y algunas monedas con bustos 
    romanos, cuyos testimonios unidos a los vestigios del puente, de que habla 
    Estrabón, entre Gelsa y Velilla, inducen a creer que en la época de la 
    dominación romana se comunicarían ambas poblaciones con la de Quinto por 
    medio de dicho puente, cuando no constituyesen las tres una sola, que es lo 
    más probable.
 
 
    
    Fiestas, Vida y tradiciones 
    Las calles discurren por la 
    localidad zaragozana como enredaderas, estrechas y serpenteantes. Las casas 
    bajas y blancas proporcionan la sombra requerida en los días de sol, y 
    algunos vecinos aprovechan para salir con las sillas al exterior. Allí 
    departen sobre historias conocidas, disfrutando de la brisa ribereña. Quinto 
    está dotado de la paz que en la urbe se pide a gritos, y, a pocos kilómetros 
    de Zaragoza, se convierte en un lugar propicio para relajarse, en el 
    escenario perfecto para un plácido paseo.
 El olor de Quinto es el olor del pasado, y parece que el tiempo se ha 
    detenido en el momento justo para que el viajero pueda disfrutarlo.
 
 
      
        | El olor de Quinto es el olor del pasado, y 
        parece que el tiempo se ha detenido en el momento justo para que el 
        viajero pueda disfrutarlo. 
        La vida en la localidad es apacible, de ritmo 
        tranquilo, salvo en las fiestas populares en honor a Santiago y
        Santa Ana, que se celebran a finales de julio. Entonces el municipio 
        cobra un color especial, adornadas las calles y con la gente fuera de 
        sus casas. La jota, tan arraigada en la zona, se escucha entonces con 
        fuerza, y los niños disfrutan con innumerables actividades.
 Es tiempo entonces para que los que partieron regresen a sus orígenes, 
        reencontrándose con familiares y viejos amigos. También los de fuera son 
        bien recibidos, y los encierros y verbenas se convierten en santuarios 
        de diversión donde todo el mundo puede participar.
 Hay otro elemento importante en las fiestas de Quinto: el Dance, cuyo 
        origen se pierde en la historia. Se desarrolla la fiesta por este orden: 
        la víspera, 0 día de Santiago por la tarde, se decía la Introducción, 
        con la intervención del Mayoral, el Rabadán, el Ángel y el Diablo; el 
        día 26, después de Misa, la Guirnalda, con Mayoral y dos Rabadanes; el 
        mismo día, por la tarde, la Soldadesca, con turcos y cristianos; y al 
        día siguiente por la tarde, la Mojiganga. Ese era el día en que por la 
        mañana se echaban las Mudanzas.
 |  |  Celebrase, con gran 
    esplendor las fiestas de Nuestra Señora de Bonastre y Matamala. Tiene lugar 
    la primera y el lunes que sigue a la Pascua de Resurrección, y a la ermita 
    de la imagen abogada acuden en romería los pueblos de Fuentes, Pina y 
    Quinto, en cuyo término se halla enclavada, casi en la divisoria de las 
    tierras que pertenecen a los tres pueblos. 
     Al día siguiente se va a la 
    ermita de Matamala desde el año 2002 la ermita se ubico en la loma el 
    Cornero, lugar privilegiado por las vistas y por su ubicación se llega por a 
    la actual ermita saliendo de Quinto hacia Alcañiz. Una vez que se sube a la 
    planicie hay que tomar el desvío a la izquierda que sube a la balsa de los 
    regadíos. 
    Anteriormente la ermita de Matamala estaba originalmente a los pies del 
    castillo del mismo nombre en la carretera que une Quinto con La Zaida pasado 
    el desvió de Gelsa
 
      
        |  | También 
        está la jota de Quinto, que es de ronda y se celebraba los domingos y 
        días festivos, para las fiestas patronales, las romerías de Pascua, el 
        sábado de Pascua para pedir torta 0 en la despedida de los quintos. En 
        tiempos, los mozos salían a la calle, y había unos puntos clave donde se 
        paraba la ronda y se organizaba el balle, en el que las parejas no 
        hacían uso de las castañuelas. 
        
      La jota de Quinto es jota de ronda, que se celebraba los domingos y días festivos, para las fiestas patronales, las romerías de Pascua, el sábado
      de Pascua para pedir torta, en la despedida de los quintos. En muchas ocasiones los
      mozos salían a la calle, puesto que había unos puntos claves, además de
      la plaza, donde se paraba la ronda y aquí se organizaba el baile, en el que las parejas no hacen uso de las castañuelas puesto que era la forma
      espontánea de relacionarse los mozos y las mozas del pueblo.  |  Además de las celebraciones 
    veraniegas, la Cofradía de San Antón (la del arco) celebra todos los años su 
    fiesta particular. Los mayordomos reparten entre los vecinos los números 
    para el sorteo de un cerdo (primer premio) y tres lechones (segundo). El 
    dinero que se obtiene en la rifa sirve para pagar los cerdos y la merienda 
    popular que los cofrades ofrecen a todo el pueblo el día 16 de enero por la 
    tarde.
 Se pueden degustar patatas asadas y productos locales, y el coste de la 
    comida de la festividad lo reparten los cofrades "a escote".
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